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Existen Bacá o Baká en San Juan?

Por: Rubén Moreta

En la cultura dominicana el Bacá o Baká sobresale como una entidad mitológica de poder. En el imaginario del sujeto dominicano, este habita en los campos y barrios, especialmente de la región sur, donde campea el oscurantismo por los bajos niveles educativos de su población.

El Bacá se representa a través de un animal doméstico: un toro, un gato o un perro negro con ojos demoníacos de fuego. Puede ser también a través de un ave, pero es infrecuente.

Conforme las creencias sureñas, este se adquiere o “se compra” en Haití en un Alcajé, que es un mágico e inverosímil mercado de hechicería parido por la imaginación popular. La compra del Bacá persigue lograr básicamente prosperidad económica.

La persona al comprar el baca o baká hace un pacto con el Diablo consistente en recibir a través de él bienestar y riqueza financiera, a cambio de “entregarle” a Satanás su hijo más pequeño o la esposa, quienes morirán antes de los cinco años de iniciado el acuerdo.

De la persona desear prosperidad indefinida, según esta mitología sureña, deberá seguir entregando al “demonio” otros seres queridos, especialmente hijos, quienes irán muriendo gradualmente.

De conformidad con la leyenda del Bacá, el pacto es irreversible, imposible de ser dejado sin efecto por el “comprador” del mismo, porque el animal escogido no se puede retornar al Alcajé una vez salido de este. La adhesión es talf, que, según esta creencia si el dueño ya no quiere el Bacá, hace un viaje a Haití, lo amarra y lo deja votado, cuando regresa a su casa encontrará a dicho animal en su morada. De igual forma, si se lo regala a un amigo o compadre, el Bacá retornará donde su dueño primario.

Las creencias en torno a este mito advierten que si el propietario del Bacá incumple lo pactado la riqueza y el bienestar otorgados se diluirían y la muerte de elementos de la familia será horrenda.

Personas de varios campos de la zona norte de San Juan con quienes conversé, a propósito de una investigación Socio-antropológica que estoy trabajando sobre Mitología Sanjuanera, me revelaron que será ostensible la bonanza y el bienestar del dueño del Bacá y que su existencia se delatará en el momento en que comiencen a morir seres queridos del sindicado dueño.

Tras los fallecimientos de elementos del entorno cercano, comienzan las murmuraciones de los vecinos y a expandirse en todos los alrededores la supuesta posesión del Bacá y a crecer el temor y respeto al dueño.

El prejuicio racial está evidenciado en dos elementos asociados al Bacá: la idea de que este es siempre un animal de piel, cuero o pelo de color negro y su adquisición en Haití, donde un brujo de ese vecino país.

En la cultura dominicana, lo negro siempre se quiere asociar a lo malo, desagradable, feo o negativo, y subyace el estereotipo de relacionar el vudú y la brujería solo a Haití, cuando también hay un vudú dominicano, ampliamente estudiado y documentado por sociólogos y antropólogos.

De igual forma, sobre esta mitología subyace un elemento sexista: a las mujeres no se le permite “comprar” un Bacá, y ellas son de las apetecidas para el sacrificio humano por los demonios que controlan dicho ser.

Muchos pequeños y medianos agricultores, ganaderos y comerciantes de campos sanjuaneros ellos mismos pregonan poseer un Bacá como un mecanismo de defensa frente a la delincuencia.

Como todos los comunitarios le temen a la furia endemoniada de esa entidad, nadie penetra a robar a la finca o predio agrícola del que supuestamente es dueño de un Bacá, ni le sustraen ganado, ni tampoco los ladrones penetran a robarle en su bodega o almacén.

En la zona rural y en los barrios sureños existe la leyenda de que, si alguien llega a robar en cualquier propiedad de un dueño de Bacá, antes de los tres días lo escamoteado aparece, y quien lo sustrajo recibe un implacable castigo: una enfermedad repentina, heridas en un pleito, un accidente a caballo, motocicleta u otro vehículo de motor o la muerte.

En fin, la idea de tenencia de un Bacá es un mecanismo de intimidación y poder en los campos o barrios, porque todos le huyen a quien supuestamente tiene esta entidad dadora de prosperidad, según el imaginario popular.

El autor es Profesor UASD.

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